Dennis Lehane

 Maldito seas, Dennis Lehane; tu Después de la caída (Since We Fell, Black Salamandra) me tuvo tres noches seguidas despierto hasta el alba, como cuando era un adolescente que leía a Verne o Salgari. Te confieso que abordé la novela con poco entusiasmo: se presenta como un thriller psicológico y no es ese mi subgénero noir favorito. Pero de repente me di cuenta de que ya llevaba leídas casi doscientas páginas sin que me interesaran demasiado ni las peripecias sentimentales y profesionales de Rachel Childs ni sus neurosis de estadounidense de la clase media, pero sí que tuviera que reconocerte que habías vuelto a atraparme por lo bien que construyes y narras tus historias.

Y entonces, claro, llegó el giro, la sorpresa, el acelerón, y le siguieron las tres noches en blanco. Y cuando terminé, me acordé de lo mucho que me había gustado Cualquier otro día (The Given Day, RBA), y de cómo, hace unos años, la recomendaba como un gran relato de la represión del movimiento obrero en el Estados Unidos posterior a la Primera Guerra Mundial.

Me dirijo ahora a ustedes, los lectores de este artículo. Puede que algunos asocien el nombre de Dennis Lehane con películas como Mystic Rivero Shutter Island, dos de sus cinco novelas que han sido llevadas al cine, o con guiones de la serie televisiva The Wire. Dennis Lehane, es cierto, se ha convertido en uno de los más populares y comerciales autores noir de nuestro tiempo. Pero quizá no sepan que este tipo no solo inventa historias hipnotizantes, sino que además las escribe muy bien. Y esto último a mí me importa mucho más que el éxito de ventas.

El escritor de Massachusetts no intenta enganchar al lector con una sobredosis de sangre y vísceras como hacen tantos mediocres en estos tiempos; lo suyo es más sutil y verdadero. Yo le envidio por crear en Después de la caídauna notable tensión dramática desde el primer momento con personajes y situaciones aparentemente anodinos. Por describir tan bien el Estados Unidos de la fiebre consumista, el culto a la celebridad y el dinero como valores supremos, el falso humanismo de las cadenas de televisión, la importancia de las apariencias, las relaciones engañosas entre hombres y mujeres; ese Sueño Americano “tan frágil que probablemente había estado condenado al fracaso desde el momento de su concepción”. Y le envidio por esperar el momento oportuno, bien avanzado el relato, para levantar de veras el telón y decir: Voilá!

Después de la caída es una historia de actores, estafadores, timadores, impostores y profesionales de la mentira que te deja un regusto lírico, como otras obras de Dennis Lehane. Hasta consiguió terminar despertándome simpatía por la neurótica Rachel Childs. Eso sí, tan solo cuando ella decide dejar de ser espectadora, cronista o comentarista de la vida para convertirse en protagonista. Cuando se lía la manta a la cabeza y pasa a la acción.

Este artículo fue publicado originalmente en Turia el 1 de marzo de 2019